«Los autistas no tienen sentimientos»
La interacción social con otras personas suele ser difícil para los individuos con autismo. De niños, con frecuencia presentan problemas para establecer relaciones con sus compañeros: evitan las miradas y el contacto físico. A veces también parecen desinteresados.
Ello contribuye a que persista la idea de que son emocionalmente fríos, e incluso incapaces de sentir nada.
En realidad, las personas con autismo tienen dificultad con las reglas tácitas de la comunicación humana, pues les resulta difícil interpretar los discursos, las expresiones faciales, el tono de voz o el lenguaje corporal de los demás. A menudo no responden a esas señales no verbales. Asimismo, tienen problemas para traducir sus emociones en expresiones faciales, gestos o tonos de voz y utilizarlas en contextos sociales.
Dicho de otro modo, las personas con TEA tienen sentimientos como sus congéneres, pero no los comparten de la forma habitual.
Un metaanálisis llevado a cabo por Mirko Uljarevic de la Universidad de Cardiff, y Antonia Hamilton, de la Universidad de Nottingham, y en el que se anallizaron 48 estudios sobre el autismo y el procesamiento de las emociones, muestra que, en promedio, las personas con TEA tienen problemas para reconocer los sentimientos negativos.
Algunos trabajos sugieren que poseen una teoría de la mente limitada, es decir, son menos capaces de ponerse en la piel del otro y, de este modo, anticipar sus pensamientos, expectativas y sentimientos. Pero otros estudios no han encontrado diferencias en el desarrollo de la teoría de la mente entre niños autistas y no autistas.
Una vez más, el amplio espectro del autismo puede ser el punto de desacuerdo. Algunas personas con autismo pueden tener dificultades con esa capacidad social, pero otras no.
En otra investigación, científicos dirigidos por Giorgia Silani, de la Universidad de Viena, expusieron a sujetos con autismo altamente funcional, síndrome de Asperger o sin el trastorno ante dilemas morales clásicos: debían imaginar un tren que se dirigía hacia cinco personas, pero que, manipulando el cambio de agujas, podían desviar a una vía en la que solo arollaría una persona.
¿Qué decidirían? ¿Y si se les proponía que debían empujar a alguien a la vía para salvar a los otros cinco individuos? Como era de esperar, en el primer supuesto más de la mitad de los participantes decidieron sacrificar a una persona y salvar al grupo de cinco. Pero muchos se mostraron más reticentes cuando debían ensuciarse las manos.
El experimento de Silani demostró que las personas con autismo no son una excepción en ese sentido: también dudaron un poco más cuando tienen que hacer daño a alguien directamente.
Silani y sus colaboradores sugieren que la empatía limitada de las personas con autismo que revelan algunos estudios se encuentra relacionada con la llamada alexitimia o ceguera emocional. Es decir, por lo general, no pueden percibir o describir de forma adecuada sus propios sentimientos.
Los investigadores no interpretan la alexitimia como un trastorno, sino como un rasgo de personalidad. Este se presenta con frecuencia en las personas con autismo, pero también afecta a personas no autistas.
FUENTE: https://www.investigacionyciencia.es/noticias/cinco-equvocos-sobre-el-autismo-17652
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